UN PAÍS A LA VENTA: PARAGUAY, TIERRA DE EXTRACTIVISMO

Paraguay, situado en el corazón de América del Sur, es un país mediterráneo con una gran biodiversidad, abundantes recursos hídricos, y grandes extensiones de territorio recientemente deforestadas o en proceso de deforestación.

En sus orígenes como país independiente a principios del siglo XIX, luego del sometimiento colonial español, Paraguay se caracterizó por su fuerte liderazgo nacionalista y anticolonial, que lo llevó a convertirse en un territorio autosuficiente e igualitario. Este período de prosperidad llegó a su fin con la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), en la cual Argentina, Brasil y Uruguay, con el financiamiento de la corona británica, destruyeron al país y a la mayoría de su población.

Desde entonces, comenzó el proceso de neocolonialismo extractivista que se mantiene hasta hoy, y que ha llevado al país a una de las desigualdades socioeconómicas más altas del mundo, con una alta concentración de poder y riqueza en manos de unas pocas élites. En el centro de la disputa en Paraguay está la tierra.  A pesar de que la constitución garantiza el derecho a la tierra del pueblo paraguayo, y obliga la reforma agraria, la realidad es que el país exhibe el peor índice GINI de tenencia de la tierra del mundo: 0,93 (el 1,00 expresa la desigualdad perfecta). Como referencia, el índice de GINI europeo es de 0,57 y el de América Latina es de 0,79. La conflictividad social que deviene de esta inequidad se costea con la vida y la libertad de los y las luchadores campesinos e indígenas.

El extractivismo se manifiesta en numerosos ámbitos: económico, industrial, laboral, educativo, pero sus expresiones más notables son la producción de commodities, tales como soja, maíz y trigo transgénico, la producción industrial de carne bovina, las plantaciones de eucalipto, la minería y criptominería. En este sentido, Paraguay representa la peor expresión regional del libre comercio.

Comunidad Guahory. Territorio recuperado por la lucha campesina contra los agronegocios. Foto: Inés Franceschelli

La injusticia en la posesión de tierras impacta directamente en la vigencia del derecho a la alimentación. Paraguay pasó de ser en el un país autosuficiente en materia alimentaria hasta la década de 1990, al extremo actual, en que se importa más del 60% de los productos frutihortícolas necesarios para el consumo.

No es casualidad entonces que la desnutrición crónica afecte al 13% de la infancia, y la inseguridad alimentaria grave impacte en el 6% de la población en promedio, es decir, cerca de medio millón de personas que no pueden comer todos los días.

Foto: Sandino Flecha

Los millones de hectáreas dedicadas a los monocultivos extractivos están sujetas a un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, en muchos casos sustancias prohibidas por la Unión Europea, pero que son fabricadas en Europa o por empresas europeas. Hablamos de 60 millones anuales de kilos de venenos que se vierten en los territorios, contaminan aguas, suelos, para generar una renta que la nación paraguaya no alcanza a ver. Hablamos de casi 10 kilos de veneno por persona por año.

Estos monocultivos, junto con la producción de carne bovina y de carbón vegetal para exportación, es la principal causa de la persistente deforestación con ritmo alarmante: En los últimos 10 años el país perdió 2,5 millones de hectáreas de vegetación nativa, donde se desplazó población campesina e indígena, en algunos casos todavía en aislamiento voluntario. Esta deforestación implica directamente pérdida de biodiversidad, una alta vulnerabilidad climática, más pobreza, exclusión y humillación para el pueblo.

Cultivos de soja custodiado por fuerzas policiales. Foto: Kregg Hetherington

Mas recientemente el Paraguay recibe un fuerte caudal de inversiones transnacionales orientadas al desarrollo de “soluciones verdes”, como la producción de hidrogeno “verde” o de celulosa a gran escala. Estas inversiones cuentan con condiciones excepcionales de subordinacion nacional, como exoneración impositiva y la posibilidad de repatriar capitales sin costo alguno, a cambio de unos pocos empleos precarios.

Es para luchar contra estas realidades que nacen la Red de Semillas Heñói y el Centro de Estudios Heñói, trabajando con organizaciones campesinas e indígenas en el desarrollo de capacidades y la incidencia política.

Heñói es una ONG paraguaya que comenzó como una red de base de campesinos, activistas e investigadores que trabajaban para fortalecer la participación democrática, los derechos humanos y la sostenibilidad social y ambiental.

La Red de Semillas Heñói es una red operativa y política de productores de semillas, que une a productores tradicionales involucrados en el rescate y promoción de las semillas nativas. La Red de Semillas tiene como funciones principales proteger y promover las semillas tradicionales, unir a los productores de semillas en una alianza política para enfrentar la violencia en los territorios impuesta por el modelo agroindustrial, y fortalecer la capacidad de incidencia en las instituciones públicas. Por último, la red tiene como objetivo mejorar las condiciones económicas de sus miembros, ya que conecta a los productores de semillas, agricultores y consumidores de una manera que crea mercados locales para sus semillas y cultivos.

HEÑÓI – Centro de Estudios y promoción de la Democracia, los Derechos Humanos y la Sostenibilidad Socioambiental, tiene como fines desarrollar actividades de investigación, formación, sensibilización, y apoyo a la acción de los sujetos y movimientos sociales y políticos de Paraguay, que reivindiquen o promuevan derechos humanos, la ampliación de la participación ciudadana, el fortalecimiento de las instituciones públicas y la organización comunitaria, la promoción de la sostenibilidad socioeconómica y ambiental, tendientes a una democracia más participativa, más conectada con los procesos de integración de la región y orientada al disfrute de una mejor calidad de vida para la población del país. Dirige su accionar prioritariamente a la formación de una ciudadanía crítica, en la construcción de una sociedad equitativa, solidaria, respetuosa de los derechos humanos y de la naturaleza. Para cumplir con esos objetivos, HEÑÓI cuenta con un equipo interdisciplinario que incluye especialista en agronomía, agroecología, comunicación, economía, sociología, trabajo social, humanidades.

Alfonso Maidana, productor y guardián de las semillas nativas en Itapúa. Foto: Sandino Flecha

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