Por Julio C. Gambina1
La ofensiva del capital global empuja procesos de integración subordinada, caso de las renovadas iniciativas por suscribir un acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Así como hace dos décadas se rechazó con lucha popular el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, ALCA, propiciado por EEUU y la clase dominante de la región, excepto Cuba, los pueblos de Latinoamérica y el Caribe empujan, a pesar de la ofensiva capitalista de las derechas en variados gobiernos de la región, un proceso de lucha y esclarecimiento sobre estos estatutos de la dependencia.
No solo se trata de frenar el “libre comercio” en tiempos de internacionalización de la producción y transnacionalización del capital, que contribuyen a una mayor explotación de la fuerza de trabajo en la región y al saqueo de nuestros bienes comunes, demandados por la dominación capitalista para sus negocios de época, sino también para obstaculizar la dinámica que impondrá la gestión Trump a la economía estadounidense y mundial. En efecto, la política “Make America Great Again”, MAGA, supone cambios relativos en las paridades monetarias a favor del dólar estadounidense y con ello, subas de precios en el ámbito mundial, lo que ya se vislumbra con procesos devaluatorios en la mayoría de los países.
La inflación verificada luego de la crisis 2007/09, acelerada en tiempos de pandemia, resulta manifestación de la disputa del excedente económico por el poder concentrado en el ámbito global. Por ello, Nuestramérica necesita un rumbo propio, autónomo en contra de la estrategia del capital.
Resulta insuficiente el NO a la integración subordinada, tanto con EEUU, como con Europa. Hace falta retomar la agenda del SI de la primera década del siglo XXI, que remite a una articulación productiva de la región orientada a satisfacer las necesidades de su población, especialmente los sectores más empobrecidos por la larga historia de explotación y saqueo del régimen del capital. Ello supone el avance de una integración no subordinada sobre la base de una nueva arquitectura financiera que frene la dinámica de producción y fuga de plusvalor, lo que requiere organizar la producción y circulación de bienes y servicios asentados en su destino en el USO y no en el CAMBIO, elementos esenciales de la dinámica de acumulación capitalista.
Los “acuerdos de libre comercio” y la institucionalidad de liberalización que el “capital” impulsa en “tratados bilaterales o multilaterales de inversión”, desde hace medio siglo, son instrumentos esenciales para la reproducción ampliada de la dominación de la burguesía concentrada en el ámbito mundial.
Nuestros pueblos en América Latina y el caribe requieren recrear el proyecto de liberación e independencia sustentado por las revoluciones de Haití en 1804 y la dinámica por la “patria grande” de la propuesta de los libertadores; y más aún, las experiencias de las revoluciones por el socialismo en Cuba en 1959, o en Nicaragua en 1979. Esta lógica anticapitalista fue confrontada con una fortísima ofensiva reaccionaria sustentada, en estos años, en el terrorismo de Estado y la propuesta de apertura y liberalización económica que reivindican las derechas ante la crisis capitalista.
El desafío está más allá del NO a la estrategia del poder, lo que requiere un accionar deliberado y consciente por una estrategia de poder popular para la construcción de una sociedad sin explotación ni saqueo para el vivir bien de los pueblos, sin discriminación ni racismo de ningún tipo y en defensa de la vida social y la naturaleza.
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1 Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor de Economía Política. Directivo de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.