Andrea Taborri [1]
Ciclo de colaboraciones del Centro de Estudios Heñói
[1] Es estudiante de doctorado en la Universidad para Extranjeros de Perugia (Italia). Su proyecto de tesis doctoral plantea estudiar el Acuerdo entre la UE y el Mercosur y sus efectos. Consiguió el grado de Desarrollo Económico y Cooperación Internacional en la Universidad de Florencia (Italia), obtuvo un título de Master en Relaciones Internacionales en Leiden (Países Bajos) y un segundo título de Master por la Universidad Complutense de Madrid en Estudios Contemporáneos de América Latina. Sus intereses académicos se centran en la economía política internacional, América Latina, la integración económica y las cadenas globales de valor desde enfoques críticos. Contacto: a.taborri@studenti.unistrapg.it
Europa se divide
El acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur ha vuelto a estar en la agenda pública en los países europeos las pasadas semanas en ocasión de la reunión del G20 en Río de Janeiro. El presidente francés Emmanuel Macron aprovechó su visita en el continente para viajar a Argentina, donde discutió con el presidente argentino Javier Milei -entre otras cosas- el Acuerdo comercial entre los dos bloques. Esto ocurría mientras en Francia recrudecían las protestas de los agricultores frente a la posibilidad de que durante el G20 se llegase a una resolución entre las partes.
Entre los gobiernos de los países del Mercosur hay un consenso político bastante difuso acerca de la bondad del Acuerdo que deriva del fuerte incremento en las exportaciones de bienes primarios que este conllevaría[2]. En la Unión Europea la situación es distinta, con países cuyos gobiernos apoyan abiertamente el Acuerdo y otros que hacen lo posible para obstaculizar su firma. Francia lidera el bando de los “opositores”, mientras que Alemania se posiciona claramente en favor. Entre estas dos posiciones se pueden encontrar instancias variadas, como la de Irlanda, cuyo sector cárnico se vería perjudicado, Italia que ha tenido una posición ambigua, Países Bajos y Bélgica que han sido centro de fuertes protestas de los agricultores en los últimos años, o España, cuyas empresas se beneficiarían de la liberalización de las licitaciones públicas en el Mercosur.
Divisiones intercapitalistas
El acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur incrementaría los intercambios existentes entre los dos bloques, cristalizando su inserción en el mercado mundial. Los intercambios actuales siguen el patrón centro-periferia; el Mercosur exporta hacia la UE principalmente productos de la minería (29,6%), alimentos (19,2%), y productos vegetales (17,9%), mientras que los productos de exportación de la UE al Mercosur son principalmente maquinaria (26,7%), productos químicos y farmacéuticos (25%) y equipos de transporte (11,9%) (European Commission, s.f.). Pese a los posibles efectos negativos que el Acuerdo tendría acerca de la tutela del medioambiente y de los derechos humanos, la UE -que recordamos, tiene competencia supranacional para firmar este tipo de tratados- cobraría varias ventajas firmando el acuerdo. Consolidaría su posición como exportadora de servicios y bienes de alto contenido tecnológico, conseguiría materias primas baratas para su industria, y reduciría la dependencia de China en cuanto a materias primas minerales.
Cabe entonces interrogarse sobre las raíces de la oposición al acuerdo. Dentro de la UE conviven países muy distintos, en los cuales los diferentes segmentos de la burguesía están en pugna, disputando el modelo de desarrollo. Estas pugnas se reflejan en las posiciones que los gobiernos adoptan de cara a la apertura comercial de la UE[3] [4]. La posición muy favorable al Acuerdo de Alemania se entiende a partir la importancia en ese país de la industria de bienes de capital, productos químicos y farmacéuticos, y automotriz; sectores que incrementarían sus exportaciones al Mercosur con la firma del Acuerdo. El valor de las exportaciones hacia el Mercosur de ese país es el más alto de la UE (US$16 billones), y el sector exportador constituye acerca del 47% de su PIB (World Bank, 2024). La crisis de la economía Alemana (se prevé que cerrará el 2024 en recesión), que tiene sus raíces en la crisis generalizada del capitalismo global y en los conflictos interimperialistas, obliga los capitales a buscar salidas rentables, y el Mercosur es un mercado atractivo.
Asimismo, la hostilidad de Francia al tratado de libre comercio tiene sus raíces en la confrontación entre distintas fuerzas sociales en el país. Pese a sus posiciones políticas liberales Macron en varias ocasiones ha subrayado que el acuerdo con el Mercosur configuraría una competencia desleal hacia los agricultores y ganaderos franceses por los menores costos de producción y regulación más laxa en los países del Mercosur. En efecto, Francia es el mayor productor agrícola de la UE (US$38 billones en 2023), y aunque el sector solamente representa el 1,9% del PIB (World Bank, 2024), tiene peso en la opinión pública y fuerte capacidad de movilización -como quedó demostrado en Febrero de 2024 cuando los agricultores en protesta bloquearon los accesos a París durante varios días. La industria en ese país tiene un peso relativo mucho menor que en Alemania, y las ventajas vinculadas al acuerdo no son consideradas decisivas por el ejecutivo a la hora de elaborar su posición en las negociaciones.
Entre estos dos extremos encontramos posiciones variadas, que reflejan las peculiaridades de cada país, así como las mediaciones políticas e ideológicas en acto. El gobierno español, por ejemplo, se posiciona decididamente en favor del acuerdo, ya que sus empresas se beneficiarían de la liberalización de las licitaciones públicas en el Mercosur. Esto a pesar de la importancia relativamente alta del sector agrícola en el país (2,3% del PIB según el Banco Mundial), cuyas reivindicaciones son recogidas por los partidos de derecha y extrema derecha. La posición de Italia es paradigmática en este sentido. Hace unos días el ministro de Agricultura Francesco Lollobrigida (miembro del ala más conservadora y nacionalista del gobierno) se pronunció en contra del Acuerdo, mientras que el Ministro de Asuntos Exteriores Antonio Tajani (miembro de la componente más liberal) matizó las palabras de su socio de gobierno reafirmando la disponibilidad de Italia en firmar el Acuerdo. Estas contradicciones internas al gobierno reflejan la pugna entre distintos segmentos del capital en este país; las pequeñas empresas con horizonte nacional y el sector agrícola por un lado (representadas por los conservadores/nacionalistas) y las medianas y grandes empresas con capacidad exportadora por otro (representadas por los liberales).
Alianzas peculiares, alianzas del capital
La pugna entre distintos sectores capitalistas sobre el modelo de desarrollo europeo se repercute en los posicionamientos de los gobiernos nacionales acerca del Acuerdo entre UE y Mercosur. La UE, que a menudo se presenta como un actor unitario, también alberga luchas entre segmentos de la burguesía en su interior. De ahí que, lejos de tener una postura unificada, los países europeos se dividen acerca del Acuerdo, cada uno de ellos adoptando posiciones que -de una manera u otra- reflejan la estructura interna de los sectores productivos, mediada ideológica y políticamente. De esta manera se forjan alianzas continentales y transcontinentales inesperadas en favor y en contra del Acuerdo. En Europa, el liberal y europeísta Emmanuel Macron comparte el bando de los opositores con el gobierno de extrema derecha y antieuropeísta italiano, con el partido de extrema derecha español Vox, y con los partidos nacionalistas euroescépticos Neerlandeses y Belgas. Por otro lado, el gobierno socialdemócrata alemán -en el que participa el partido ecologista Die Grünen– y el gobierno de centroizquierda español sostienen el Acuerdo, pese a su proprio compromiso con el desarrollo sostenible y la Agenda 2030. Paradójicamente, acerca del Acuerdo, estos gobiernos concuerdan con el ultraliberal Javier Milei. Mientras tanto, en Europa y en el Mercosur, una multitud de organizaciones de la sociedad civil, se oponen al Acuerdo, advirtiendo sobre su impacto medioambiental y las posibles violaciones de derechos humanos que acarrea.
Fuentes consultadas:
European Commission. (s.f.). Mercosur. Recuperado el 27 de 11 de 2024, de EU trade relations with Mercosur. Facts, figures and latest developments: https://shorturl.at/bv2c9
Ghiotto, L., & Echaide, J. (2019). Analysis of the agreement between the European Union and Mercosur. Berlin, Buenos Aires, Brussels: Anna Cavazzini MEP, The Greens.
World Bank. (2024). Agriculture, forestry, and fishing, value added (% of GDP). Recuperado el 27 de 11 de 2024, de World Bank: https://data.worldbank.org/indicator/NV.AGR.TOTL.ZS?locations=MG&view=map
World Bank. (2024). Exports of goods and services (% of GDP). Recuperado el 27 de 11 de 2024, de World Bank: https://data.worldbank.org/indicator/NE.EXP.GNFS.ZS?view=map-IT&locations=1W-DE
Notas al pie de página
[2] Esto no quiere decir que todos los presidentes mantengan la misma postura frente a las negociaciones. El brasileño Luis Ignacio da Silva es el mayor impulsor del tratado, mientras Javier Milei mantiene una postura más ambigua. El presidente paraguayo Santiago Peña siempre ha reconocido la voluntad de insertar a Paraguay en el mercado mundial a través de este tipo de acuerdos, pero se ha mostrado pesimista por la postura de la UE que pide demasiadas garantías en estándares sanitarios y medioambientales. En Uruguay tanto el presidente saliente Luís Lacalle Pou como el entrante Yamandú Orsi se han pronunciado en favor de cerrar un acuerdo en tiempos breves.
[3] Cabe recordar que, si bien la UE se funda sobre el principio de libre comercio, en realidad es un bloque que tiene fuertes barreras comerciales hacia afuera. Si, por un lado, en su interior, hay libertad completa de movimiento de capitales, servicios, personas y mercancías, por otro hay barreras muy altas para el acceso de estos ismos factores.
[4] El hecho de que el gobierno de un país se posiciones en favor o en contra del Acuerdo, no quiere decir que exista un consenso social a su alrededor. En toda la UE existen movimientos y organizaciones que se oponen al Acuerdo “desde abajo” a partir de una perspectiva ambientalista y de los derechos humanos. Asimismo, incluso en el país cuyo gobierno se ha demostrado más favorable (Alemania), existen fuerte protestas por parte de los sectores económicos que se verían perjudicados.