Crisis, guerras, inflación ¿se viene el estallido?

Luis Rojas – Centro de Estudios Heñói

Al promediar el 2022, lejos de superar la crisis económica que se viene arrastrando desde hace varios años, la situación global se va agravando, por complejos eventos no previstos por gobiernos y analistas, como han sido la pandemia primero y la guerra después, que se han sumado a las propias contradicciones y limitaciones del funcionamiento de una economía capitalista neoliberal globalizada, que carece de una dirección racional humanista.

Entre esas contradicciones se destacan: las dificultades para lograr crecimiento económico y reproducción del capital; enormes masas de trabajadores precarizados y niveles de consumo en descenso; niveles astronómicos de endeudamiento público y privado; intensas presiones inflacionarias en los mercados principales; lógicas extractivistas y consumistas con gravísimos daños al ambiente; la crisis climática que lejos de aplacarse se descarrila aún más; elevados y crecientes niveles de pobreza, desigualdad, actividades ilegales, violencia, inestabilidad política, frustración social.  

Sin querer ser pesimistas, se percibe un panorama mundial francamente desalentador, por los múltiples problemas señalados, y el empecinamiento de los países centrales (sus gobiernos y poderosas corporaciones), y las élites de las regiones periféricas, en seguir el mismo camino que nos ha traído hasta aquí. La recesión económica se vislumbra en el horizonte de este 2022, y cada vez más se habla de una posible estanflación mundial (recesión económica más inflación); en esa perspectiva, la incertidumbre se apodera de lo que podrá ser el 2023. La actual economía mundial es insostenible en el mediano y largo plazos, pues los actuales modos de extracción y apropiación de los recursos naturales son demasiados dañinos para la naturaleza, el clima y las propias sociedades, fracturadas por la migración, la malnutrición, la precarización, la represión, la desesperanza.

La supremacía del lucro y la ganancia empresarial, más las disputas y condicionamientos geopolíticos, impiden enfocar los esfuerzos en superar este dañino modo de producción y de consumo; sin embargo, los condicionamientos ecológicos existentes, que derivan en la cada vez más limitada oferta accesible de hidrocarburos, minerales y otras materias primas, así como los dramáticos extremos climáticos, están alertando sobre la necesidad inmediata de cambios profundos en los planes de producción y consumo, en las formas de vida hoy impuestas. La pandemia, la guerra, no son eventos aislados y esporádicos, sino consecuencias del sistema hegemónico actual, lo cual anticipa, de no iniciarse cambios estructurales, un mundo sumido en múltiples crisis, avanzando hacia estallidos de impredecibles consecuencias.

La inflación de las tensiones mundiales[1]

A la problemática economía mundial, sumergida en una crisis irresuelta desde el 2008, golpeada por los efectos de la pandemia del Covid19 desde el 2020, se ha sumado la guerra entre Rusia y Ucrania, desde fines de febrero de 2022. Antes de desencadenarse la guerra, igualmente los niveles elevados de pobreza, desempleo, inflación, conflictos sociales, ya eran preocupantes. No obstante, la guerra ha golpeado fuertemente al comercio mundial, restringiendo la oferta de ciertos productos estratégicos y presionando los precios hacia arriba. Es el caso de los hidrocarburos, minerales, productos agrícolas, y sus derivados.

El impacto en el mercado energético ha sido significativo, pues Rusia es el segundo exportador mundial de petróleo, detrás de Arabia Saudita, correspondiéndole el 11% de los ingresos mundiales por exportaciones del crudo. La zona más afectada ha sido Europa, pues el 60% del petróleo ruso era exportado a esa región, a lo que se suma que el 45% del gas importado en Europa proviene de ese mismo país. Los precios de hidrocarburos se han mostrado muy volátiles: el petróleo Brent pasó de US$ 98 el barril antes del conflicto, a US$ 129 diez días después, estando a fines de junio en torno a los US$ 118. Antes y después de iniciarse la guerra, el petróleo ha tenido fuertes oscilaciones, agregando más incertidumbre a la economía mundial.

Las sanciones impuestas a Rusia de parte de EEUU y Europa (los países de la OTAN), han buscado bloquear el comercio y las finanzas rusas, y en cierta medida lo han conseguido, pero a un costo muy alto: el agravamiento de las presiones inflacionarias en varios mercados, que están afectando prácticamente a todo el mundo, y con particular fuerza a los países europeos, que enfrentan incrementos muy pronunciados. España reporta a junio la inflación más alta de los últimos 37 años.

Las derivaciones de esto son preocupantes, hay mayores incentivos para aumentar la producción petrolera en varios países, incluso a través de la técnica del fracking, en países como EEUU, Noruega, Ecuador y Argentina. En este último país, varias empresas petroleras prefirieron aumentar sus exportaciones por los precios elevados, desabasteciendo las refinerías en ese país, presionando aún más la oferta y los precios locales; situaciones similares se han dado en varios países. Se han registrado protestas en varias regiones por el costo de los combustibles, como sucedió en Ecuador, Perú e incluso en Paraguay.

Por otra parte, los precios de los fertilizantes para la agricultura aumentaron dramáticamente, dándose subas de hasta 200%, en gran medida por la dependencia hacia los hidrocarburos para su elaboración, y porque Rusia y Bielorrusia son grandes exportadores de fertilizantes: los rusos tienen una participación en el mercado de fertilizantes nitrogenados del 15%, y de 17% en el de fertilizantes de potasio. La agricultura industrial en América Latina tiene una alta dependencia de los insumos provenientes de esos países, entre ellos Paraguay, que importa desde allí un 50% de los fertilizantes con potasio. 

En relación a los minerales, sucede algo similar, Rusia y Ucrania son proveedores importantes de varios de ellos, lo que ha aumentado la presión sobre sus precios. Este año, el níquel lleva un incremento del 35%, el aluminio 25%, cobre 20%, carbón 250%, el litio 413% (demandado para dispositivos que utilizan baterías). Estos mercados también han mostrado una altísima volatilidad en los precios, alimentando la incertidumbre. Las presiones para aumentar la extracción mineral en otros países van en aumento, como el caso del cobre, carbón, hierro y níquel, en Chile, Brasil, Perú, Ecuador y Colombia, a pesar del grave impacto ambiental y social que estas actividades extractivas conllevan. La demanda de litio presiona mayor extracción en Bolivia, Argentina, Perú y Chile. 

La oferta y los precios en el mercado mundial de productos agrícolas van en la misma senda, acusan las presiones de las tensiones económicas, la crisis climática, la pandemia y la guerra. Ya antes de iniciarse el conflicto bélico en febrero, la FAO registraba un aumento promedio en los precios de alimentos del 24% con respecto al año anterior, tendencia profundizada por las operaciones militares. Rusia y Ucrania son importantes proveedores de algunos rubros, como el trigo, en conjunto representan el 34% de las exportaciones globales; también inciden en la oferta de girasol, cebada, maíz. La producción ucraniana se ha visto inmovilizada por la propia guerra, mientras que la rusa ha sufrido las sanciones que afectan el comercio y dificultan las formas de pago en el sistema financiero internacional.  

Sin embargo el alza de precios no se restringe a esos rubros, es generalizada, afectando a los lácteos, carnes, aceites, cereales, granos y productos frescos. Entre otras causas, por el aumento del precio de combustibles, transportes, fertilizantes, más las pérdidas de cultivos por eventos climático extremos, así como por el aumento de la utilización de materias primas agrícolas para producir agrocombustibles; esta tendencia alcista se pronostica que seguirá durante todo el 2022, lo cual amenaza con un aumento global del hambre, que según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU alcanza a 811 millones de habitantes del planeta.

Por todo esto, se prevé un aumento en la producción de commodities agrícolas en América Latina, lo que expandirá aún más las fronteras de la soja, maíz, trigo y otros monocultivos, así como sus consecuencias socioambientales. Esto generará mayor presión en los países agroexportadores sobre los precios internos de alimentos, pues al privilegiarse el esfuerzo productivo para la exportación, inevitablemente se reduce la producción para el mercado interno. Bajo las reglas de la globalización neoliberal, los precios del mercado internacional presionan al alza los precios de los mercados locales. En esas condiciones, países como Paraguay caen en la paradoja de exportar grandes volúmenes de productos agropecuarios, al tiempo de importar cantidades crecientes de alimentos para su población, como viene ocurriendo año tras año. La gran incertidumbre en torno a los precios de alimentos básicos, que amenaza la vida de millones de personas, ha llevado a algunos países a limitar sus exportaciones, como es el caso de Bolivia.

Inflación de tensiones en Paraguay[2]

El Paraguay reproduce las contradicciones de la economía mundial, por estar integrado de manera subordinada a la misma, lo que se refleja en varios sectores e indicadores. La inflación general entre enero y mayo del 2022 alcanzó 5,4%. En el 2021 había sido del 6,8%, superando en ambos casos las metas establecidas por el BCP. Por su parte, la inflación de alimentos, en estos 5 meses del año en curso llegó a 6,5%, mientras en el 2021 había sido 12,3%. La inflación interanual en alimentos (entre junio 2021 y mayo 2022) ya trepó 18,4%, indicador que señala una gran dificultad para el acceso a alimentos, en especial de las miles de familias de bajos ingresos que no los producen.

Esto se constata en importantes aumentos en casi todos los rubros, carnes, hortalizas, verduras, harinas, cereales, aceites, frutas, lácteos, huevos y panificados. A manera de ejemplo, en el Mercado de Abasto de Asunción, la cebolla aumentó 30% entre junio 2021 y junio 2022, la papa 10%, la lechuga 56%, la mandioca 81% y el queso Paraguay 20%. La proyección del BCP indica que se cerrará el año con 8,2% de inflación, y un crecimiento del 0% del PIB.

Esos incrementos se dieron a pesar de la gran cantidad de productos extranjeros que ingresan al país. En el 2021 se importaron (lo registrado en aduanas) 144.000 toneladas de hortalizas, 78.000 ton de frutos frescos, 167.000 ton de cereales y 38.000 ton de semillas. Estas entradas van desplazando la producción campesina y los empleos en el sector, por la falta de apoyo gubernamental, en asistencia técnica, créditos e infraestructuras, y la incesante presión territorial del agronegocio y la especulación inmobiliaria.

En este contexto inflacionario, el salario mínimo será ajustado desde el mes de julio, en un 11,4%, que es el valor de la inflación interanual entre junio 2021 y mayo de 2022, llegando a Gs. 2.550.307. El jornal diario pasará de Gs. 88.000 a 98.000. Pero en Paraguay, la informalidad laboral y el trabajo por cuenta propia están muy extendidos: la fuerza laboral que recibe salarios mensuales es el 35% de la PEA, y los que reciben el salario mínimo tan solo el 10%, poco menos de 400.000 personas. Los trabajadores con seguridad social (IPS) son aún menos, solo 263.000 personas. Por tanto, el aumento del salario mínimo tendrá un impacta muy limitado.

La crisis económica también se refleja en el mercado financiero, la morosidad en pagos de créditos y tarjetas está en aumento, y existen crecientes pedidos de refinanciación o compra de deudas. Los límites de tasas de interés para las tarjetas de créditos también subieron, pasando de un 12% a fines de 2021 a 16% en la actualidad. Paralelamente, el consumo en los hogares registra una caída del 9% en los últimos meses, y las compras con tarjetas de crédito aumentaron 30%, por la insuficiencia de recursos en las familias.

La situación de las finanzas públicas tampoco es mejor. El déficit fiscal fue de 3,7% en el 2021, y para el 2022, el FMI estima que será de 3,2%, lo que se cubre con mayor endeudamiento. La deuda pública paraguaya creció US$ 743 millones solo en 2022, llegando a US$ 14.374 millones, lo que representa el 36% del PIB (en el 2018 era solo el 19%). El servicio de la deuda llevó US$ 347 millones del presupuesto estatal en los primeros 5 meses de este año. Como se ve, el endeudamiento público y privado van en peligroso aumento.   

La complejidad del origen de la inflación

El fenómeno económico que mayor preocupación genera en los últimos meses es el de la inflación, que como vimos, afecta duramente a casi todo el mundo, así como a Paraguay. En general es un fenómeno multicausal, no generado por una sola variable o hecho. Sin embargo, al analizar caso por caso diferentes países, las causas en algunos casos serán comunes, pero también habrán causas diferenciadas, de acuerdo a las características propias de cada país, y el tipo de relaciones que mantienen con la economía mundial.

En el caso de Paraguay, su carácter de economía primario exportadora, dependiente de la economía mundial en mercados estratégicos como el de energía, productos industriales y tecnológicos serán determinantes en la generación de dinámicas inflacionarias. Así también, las características del Estado y sus políticas, elitistas, prebendarias e ineficientes, también se constituyen en factores que generan precios elevados de bienes y servicios básicos. Entre los principales focos estructurales de inflación en Paraguay están:

  1. El modelo agroexportador: a partir de una estructura de tenencia de la tierra latifundista, extremadamente concentrada, quienes controlan la producción agropecuaria han privilegiado la producción de materias primas para el mercado internacional (soja y derivados, maíz, carne), en detrimento de la producción de alimentos para la población local. El abandono estatal de la agricultura tradicional, la que produce alimentos diversos generalmente en fincas de menos de 20 hectáreas, ha impedido aumentar la producción en esa dirección. El resultado es altos volúmenes exportados, y una limitada oferta para el mercado interno, presionando los precios hacia arriba. Además, la crisis climática ha golpeado fuertemente a la agricultura y ganadería en el último verano, con una prolongada sequía y temperaturas extremadamente altas, sin que se cuente con las infraestructuras necesarias ni el seguro agrícola para enfrentar la situación.
  2. La matriz energética del país: se depende de los combustibles derivados del petróleo para la mayor parte de las actividades, siendo ésta una fuente de energía que el país no produce, por tanto es 100% importada, bajo la presión del precio internacional, del valor del dólar, del costo del transporte y los aranceles aduaneros. La riqueza energética del país, la electricidad, sigue siendo entregada a los países vecinos, y no es significativamente utilizada para suplantar aquellos combustibles en el sistema de transporte público, en la producción, etc. El resultado de esta dependencia está a la vista.
  3. Fragilidad del sector industrial: no se cuenta con un sector industrial diversificado, por privilegiarse históricamente el modelo económico agroexportador, de escaso valor agregado. No se ha tenido una política pública para industrializar el país. Se depende enormemente, para la producción y el consumo, de la importación de productos industrializados en otros países, cuyos costos son elevados por el transporte necesario, el valor del dólar y los aranceles aduaneros, constituyéndose en otro foco inflacionario. 
  4. Un Estado ineficiente, prebendario y elitista: históricamente, los sucesivos gobiernos que han manejado el Estado, lo han hecho para favorecer a grupos de poder económico y político, por lo cual, las políticas para dotar de bienes y servicios a la población mayoritaria han tenido resultados negativos. En consecuencia, la baja cobertura de los servicios públicos, y los costos asociados al acceso a los mismos, elevan los precios en áreas básicas como la educación, salud, vivienda, tierra, transporte y electricidad. En lugar de brindar servicios públicos de calidad, se han privilegiado los negociados y la mercantilización de esas demandas sociales, resultando en un elevado gasto de bolsillo para las familias.
  5. Estructuras productivas y comerciales oligopólicas: la economía paraguaya se caracteriza por una alta concentración y la existencia de oligopolios en diferentes sectores, como el de la propiedad de la tierra, el supermercadismo, la intermediación agrícola, la industria farmacéutica, las construcciones y el sistema financiero. Esto ha permitido que las prácticas especulativas se desarrollen en la provisión e intermediación en dichas áreas, lo que normalmente eleva los precios, en detrimento de la satisfacción de las necesidades de la población.

Frente a estos condicionantes estructurales, que generan no solo inflación de precios, sino grandes privaciones y sufrimientos para las grandes mayorías sociales, se impone la necesidad de generar transformaciones que modifiquen este insostenible modelo económico y político, hacia uno que se oriente a la soberanía alimentaria y energética, la agricultura campesina y agroecológica, la producción e industrialización local, la reducción de la dependencia externa para el acceso a bienes y servicios elementales, la reconstitución y preservación de la naturaleza, la democratización de la tenencia de la tierra, la generación de sistemas públicos de salud y educación de calidad, así como políticas de dotación de viviendas, transporte público, agua y energía, bajo principios de justicia, racionalidad y sustentabilidad.

Todo lo cual solo será posible con el empuje de los y las de abajo, con la demanda activa y organizada de trabajadores y campesinos, indígenas y estudiantes, hombres y mujeres, jóvenes y adultos. Con la crítica, la consciencia y la propuesta de las víctimas, las mayorías populares. Como se ha visto, y se sigue viendo, en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y … De no ser así, seguirán gobernando los de arriba, de la misma manera, para los mismos de siempre. Y el conocido estribillo de la canción de la Bersuit que da título a esta reflexión, seguirá resonando insistentemente, anunciando consecuencias insospechadas.


[1] Los datos de esta sección se basan en el trabajo de Eduardo Gudynas, Muy lejos está cerca. Los efectos de la guerra en Ucrania sobre el comercio global, energía y recursos naturales latinoamericanos, CLAES y RegGE, mayo 2022.

[2] Los datos de esta sección se basan en informes del Banco Central del Paraguay (BCP), el Ministerio de Hacienda (MH), el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Servicio Nacional de Sanidad Vegetal y de Semillas (SENAVE), el Instituto Nacional de Estadística (INE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y publicaciones periodísticas.

Fotos: Captura de pantalla diario ABC Color, wikimedia commons, diario el país.

Material libre para su difusión citando la fuente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *