Por Luis Rojas Villagra

Los datos publicados por el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), provenientes del Censo Agropecuario Nacional 2022 (CAN 2022), confirman los resultados e impactos negativos que el modelo agropecuario impuesto al Paraguay, viene ocasionando desde hace décadas. El modelo de producción extractivista, agroexportador, de base latifundista, denominado Agronegocios, en nuestro país se organiza en torno a la producción de monocultivos mecanizados, como la soja, maíz, trigo y arroz, la ganadería orientada a la exportación, y las plantaciones de eucaliptos.
El CAN ha confirmado que, en el periodo intercensal de 14 años que va del 2008 al 2022, los cultivos mecanizados, las pasturas para forraje y la forestación con eucaliptos aumentaron significativamente, al tiempo que, como consecuencia de esa expansión, disminuyeron los cultivos de alimentos como la mandioca, porotos y maíces nativos, además de una dramática reducción de la población residente en las fincas, a lo que se suma una enorme pérdida de empleos, tanto de trabajadores/as en propia finca como de trabajadores/as asalariados/as.
Algunos de los principales resultados del CAN 2022
Se confirma la vigencia de la histórica concentración de tierras, siendo probablemente el país más desigual del mundo en su distribución: las fincas mayores a 1.000 hectáreas (ha) son solo el 1,6% del total, pero concentran el 77% de las tierras. Es decir, 4.524 grandes fincas acaparan 23,4 millones de ha. En contrapartida las fincas de hasta 20 ha, mayormente campesinas, son el 82% (239.679 unidades), y solo acceden al 4,2% de las tierras (1,2 millones de ha).

* Hay un pronunciado proceso de fragmentación de las pequeñas fincas: las de menos de 1 ha de tamaño aumentaron 62% en cantidad y 35% en superficie. Las fincas cuya superficie va de 1 a 20 ha se redujeron nuevamente, como ya había ocurrido entre los censos de 1991 y 2008. La caída de fincas campesinas es particularmente preocupante en algunas zonas, como el departamento Central, donde la cantidad se redujo en 51%.

Los cultivos mecanizados de exportación aumentaron, mientras los cultivos de alimentos en fincas campesinas disminuyeron. Los rubros empresariales (soja, maíz modificado, arroz, trigo, etc.) ocupan el 95% de la superficie cultivada, mientras los campesinos e indígenas (maices nativos, porotos, mandioca, maní, etc.), solo el 5%.

El agronegocio se expandió en el periodo. El principal cultivo mecanizado, la soja transgénica, tuvo una crecimiento de más de un millón de ha, llegando a 3,5 millones. También tuvieron expansión el maíz modificado, llegando a 1,1 millón de ha, el trigo llegó a casi medio millón. El rubro que más creció porcentualmente fue el arroz con riego, con un 507% de aumento, llegando a 205 mil ha.

Los principales rubros de consumo alimentario nacional se redujeron. La mandioca se contrajo 15 mil ha, quedando en 155 mil. El maíz chipa perdió 38 mil, el pichingá 5 mil, el locro 4 mil. También se redujeron el cultivo de maní, en casi 15 mil ha, los porotos 33 mil y el sésamo 21 mil. Las hortalizas tuvieron pequeños incrementos, a excepción de la zanohoria que se redujo 190 ha.

Otros rubros del agronegocio también se expandieron: el ganadero y el forestal. Los cultivos para forraje (alimento para ganado) se incrementaron en 51%, llegando a 6,7 millones de ha. Las plantaciones forestales aumentaron 82%, llegando a 277 mil ha; el 94% de esas plantaciones son eucaliptos, lo que tendrá gravísimas consecuencias sociales y ambientales.

La población rural residente en las fincas cayó radicalmente, en 40%: pasó de 1.077.589 personas en el 2008 a solo 646.112 en el 2022, es decir, 431 mil personas dejaron el campo. Evidencia el desarraigo, expulsión y migración resultantes del modelo agroexportador que creció, y de las políticas del Estado. Hombres y mujeres cayeron en un 39%.

Más grave aún es que la mayor reducción se dio entre la población infantil, adolescente y juvenil. Los menores de 10 años cayeron en 43%; los que tienen entre 10 y 14 años se redujeron en 80%, y los jóvenes entre 15 y 24 años en 66%. También se redujo la población entre 25 y 54 años. Solo aumentó el segmento mayor a 55 años.

En referencia al trabajo los resultados son devastadores. Se han perdido en 14 años 324.000 puestos de trabajo, el 39% del total de 2008. El “exitoso modelo empresarial y las políticas del gobierno”, en palabras del entonces ministro Bertoni, destruyen empleos, tanto independientes como de asalariados. Los que realizan trabajos agrícolas o ganaderos en finca, cayeron de 608 mil a 267 mil personas.

En cuanto al trabajo de hombres, se perdieron 174 mil puestos de trabajo, el 39%, principalmente quienes hacen trabajo agrícola y ganadero en finca. Las mujeres perdieron en 150 mil puestos en las fincas censadas, el 39%.
El trabajo asalariado se contrajo drásticamente. Las fincas donde se desarrollan cayeron en un 58%. Los asalariados y asalariadas rurales se redujeron de 320 mil a 175 mil personas, una caída de 45%. En un contexto de aumento de cultivos empresariales, pasturas cultivadas y la reforestación con eucaliptos, confirmando que estas actividades destruyen empleos.

El CAN 2022 ha mostrado que la situación es crítica: con la expansión de soja, ganado y eucaliptos se perdieron población rural, empleos y alimentos. Los impactos ambientales son dramáticos. El gobierno ya ha mostrado de qué lado está, queda a la sociedad paraguaya la tarea de organizarse y movilizarse para detener este camino y contruir un modelo incluyente y sustentable, que necesariamente será de base campesina, indígena y agroecológica.