Que simpático, Castiglioni

La genial idea del ministro de industria y comercio, expresada en la inauguración de la Expo, de construir una muralla a lo Trump que divida al Paraguay de la Argentina para solucionar el tema del contrabando, daría risa si no fuese por lo que este fenómeno realmente ha implicado y representa en el día a día de los paraguayos y paraguayas.

Es simpático que Castiglioni le eche la culpa a la hermana República Argentina, por un fenómeno creado y expandido durante varias décadas por el partido político del que forma parte, el que representa, el que le ha dado los varios cargos que ha ostentado. En rigor, el contrabando ha gozado por años de tan buena salud porque ha sido funcional al modelo político instalado por su partido, el Modelo Prebendario Clientelar (que funciona con altísimos niveles de corrupción e impunidad), así como al Modelo Económico Primario Exportador implementado con apoyo de los gobiernos colorados.

El contrabando tomó fuerza a partir de la década del setenta, bajo la dictadura colorada de Alfredo Stroessner. Primero, porque nuestro país no tuvo políticas para desarrollar un importante sector industrial, por lo que se recurrió a los productos extranjeros ingresándolos tanto de forma legal como ilegal; segundo, porque el gobierno de entonces, así como los posteriores, han utilizado el contrabando para beneficiar a políticos, empresarios o militares “amigos y/o correligionarios”. En el contrabando, así como en otras actividades ilegales, la impunidad es esencial. La complicidad estatal con el contrabando, hacer la vista gorda o “mirar para otro lado” por parte de las autoridades, no han sido acciones caritativas, más bien han sido concesiones, favores, a cambio de lealtad, apoyo, silencios y votos. Ha sido una forma de ampliar la base social del partido.  

La historia del contrabando es larga y frondosa, ha incluido en diferentes épocas a bienes suntuosos, perfumes, whiskys, cigarrillos, joyas, calzados, ropas, electrodomésticos, bienes de consumo, etc., y se ha fortalecido simbióticamente con otros negocios análogos: por un lado, la triangulación comercial, que consiste en ingresar productos al país con el objetivo de reexportarlo con menores aranceles al Brasil; y por el otro, los tráficos de todo tipo, de autos, armas, rollos, drogas.

Todas estas actividades han sido desarrolladas gracias a la complicidad de las autoridades estatales, al visto bueno del mandamás de turno y sus funcionarios, en la lógica del tradicional quid pro quo colorado, te doy algo a cambio de algo, en este caso, el permiso y la impunidad a cambio de lealtad, favores, aportes pecuniarios, complicidad hacia los abusos gubernamentales y por supuesto, votos.

Por su parte, el modelo económico primario exportador instalado desde los años de la posguerra de 1870, se ha levantado sobre una base latifundista y una enorme concentración de las tierras, para desarrollar actividades que generen y exporten materia prima sin mayor procesamiento hacia el mercado internacional, como madera, tanino, yerba, carne, soja, algodón, maíz, arroz, e incluso electricidad. El sector agroexportador concentra tierras, capital, ingresos y divisas, generando una enorme desigualdad económica, gozando de privilegios como los bajísimos impuestos y la vía libre en materia de devastación ambiental. Una consecuencia de esto es que el país no se industrializó como si lo hicieron los países vecinos, Argentina y Brasil, que tuvieron políticas adecuadas para ello, como las de sustitución de importaciones o protección de sus industrias. Contra esas políticas Castiglioni denosta, buscando trasladar su propia incapacidad y la de los gobiernos de su partido al país vecino, que sí ha sabido estimular su sistema productivo e industrial y sus productos. Las políticas económicas de cada país son soberanas, o deberían serlo.

Castiglioni, como parte del partido de gobierno, finge demencia; no se hace cargo de que al Paraguay no ha llegado la democracia real, el desarrollo, las oportunidades, el bienestar, a pesar de los larguísimos 34 años de dictadura y 34 años de transición bajo el poder colorado, a pesar de los 15.000 millones de dólares de deuda pública, de los cientos de millones de dólares de los royalties, el Fonacide, la cooperación norteamericana o las donaciones de Taiwán. Y entonces, ante la falta de trabajo, formación, oportunidades, futuro, la cosa se desborda, el delito se expande, se “democratiza”; es lo que está pasando con el contrabando y el narcotráfico, que empezaron como privilegios de algunos cercanos al poder, y hoy se autonomizan de sus creadores y van imponiendo sus propias fronteras, sus límites, o las van borrando.

Es simpático Castiglioni. Fue diputado, vicepresidente, ministro, canciller y alguna cosa más. Pero para él, Argentina es la responsable de nuestro doloroso infortunio; la hermana república, que ha sabido recibir a los exiliados políticos, los exiliados económicos y los exiliados sociales del maltratado pueblo paraguayo, por los pésimos gobiernos colorados y su férrea lógica clientelar para los menos. Hay que ser caradura, Castiglioni.

Centro de Estudios HEÑÓI

20/07/2023

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