De: Centro de Estudios Heñói
El 30 de abril de 2023 demostró que el Paraguay se está consumiendo en un laberinto sin salida. Los verdugos de un pueblo empobrecido, ganan. Los constructores de la exclusión y los privilegios, triunfan. Los maestros de la corrupción y la impunidad, son premiados. Los propulsores del crimen organizado, festejan. Los minoritarios grupos de poder imponen sus intereses, sus candidatos, su voluntad, su próximo gobierno.
El 30 de abril demostró, una vez más, que en Paraguay no hay democracia, ni real, ni formal. No es real porque no hay trabajo digno para la gran mayoría, no hay educación y salud públicas de calidad, no hay tierras y viviendas para miles de familias, no hay igualdad en casi nada, ni siquiera en padecer las desgracias de sobrevivir bajo los gobiernos colorados, desgracias que no las sufren los de arriba, los acomodados, que tienen empleos seguros y ahorros bancarios, que van a sanatorios y colegios privados, detentan muchas tierras y propiedades de todo tipo.
Pero ni siquiera es una democracia formal, al menos con rituales eleccionarios mínimamente creíbles. Según los resultados del 30 de abril, los que saquearon y destruyeron la república, merecen otro periodo de gobierno más y, además, con absoluta mayoría en ambas cámaras del Congreso Nacional. El árbitro electoral, el TSJE, aunque digan lo contrario, desde su creación constitucional está controlado por la ANR, al igual que la gran mayoría de sus funcionarios, los locales de votación, las mesas, sus miembros, el transporte, los recursos. El árbitro general, el Poder Judicial, está en la misma situación. El aparato partidario es avasallante, y está difuminado dentro del Estado, con profundos y letales tentáculos. No hay juez imparcial, no hay igualdad electoral, menos aún con las urnas electrónicas, que nadie puede controlar, más que los “técnicos informáticos[1]” de la justicia electoral. La igualdad de condiciones frente a una competencia electoral, es la condición mínima para que exista una democracia al menos formal. Ni eso.
Y con todo este brutal sesgo, el resultado fue la victoria de una numerosa minoría. Santiago Peña obtuvo 1.292.000 votos, el 42,7% de quienes fueron a votar. El 57,3% no lo votó, 1.730.000 personas. Pero se destaca que solo fue a votar el 63% de la población habilitada, una numerosa masa de 1.760.000 personas no fue. En resumen, tomando el padrón nacional total, a Peña lo votó el 27%, mientras que no lo votó el 73%, nada menos que 3.490.000 paraguayos y paraguayas. Peña ganó con esa minoría, por varios factores, entre ellos los ya señalados, además de la inexistencia en el país del ballotage o segunda vuelta, como existe en todos los demás países de la región.
En el Congreso, la hegemonía será colorada en ambas cámaras. También aquí las leyes y las instituciones benefician a este partido. El sistema electoral paraguayo, diseñado por los mismos grupos que gobiernan, premia a los grandes partidos, y castiga a los pequeños, o con menos recursos. Como ejemplo se puede señalar que, los colorados obtuvieron el 43,6% del total de votos emitidos para el Senado, y obtuvieron 23 bancas, por el sistema D’hondt utilizado. Es decir, obtuvieron el 51% de las bancas, con el 43% de los votos. Además de tener las instituciones y los recursos a su favor, el sistema los premia más allá de sus votos obtenidos. Si a la ANR se le suma el otro partido tradicional, el PLRA, la hegemonía conservadora en el Estado es aplastante, y esto se traducirá inevitablemente, en políticas económicas, culturales y sociales, conservadoras, neoliberales, retrógradas.
Dicho esto, ¿qué se puede esperar del nuevo periodo de gobierno del partido colorado? Sencillamente, será la continuidad de los gobiernos colorados anteriores, con diferencias sólo en la superficie, en las apariencias. Después de la efímera experiencia de gobiernos no colorados, con el breve gobierno de Fernando Lugo y el brevísimo periodo de Federico Franco, el país ha soportado los gobiernos de Horacio Cartes (2013 – 2018) y de Abdo Benítez (2018 – 2023). Ahora, de la mano del primero (y el bolsillo), llega Santiago Peña.
¿Qué cambiará, entre un gobierno colorado y otro gobierno colorado? Cambiará quiénes administran y quiénes se quedan con las mayores tajadas del periodo. Será un reacomodo entre los grupos de poder, dentro de los grupos dominantes (llamarlos élites sería muy generoso). ¿Qué seguirá, en esencia, igual? La economía excluyente, el modelo agroexportador, la concentración de tierras, la deforestación, los negocios con entes públicos, el enorme déficit social, la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, entre otras patologías.
Peña no será cambio, será continuidad de los males que azotan al país, con tendencia a empeorar. Cambiar algo para no cambiar nada, para que los de arriba sigan arriba, y los de abajo sigan abajo. El cielo y el infierno con sus mismos huéspedes. El de Peña será el gobierno de Cartes, será otro periodo de la descompuesta agrupación que gobernó para su beneficio, bajo dictadura y bajo una supuesta democracia, que ya terminó. Veamos por qué Peña, en lo importante, será continuidad:
Impuestos y Déficit fiscal: Paraguay, desde hace décadas, tiene un sistema tributario regresivo y débil. No pagan más lo que ganan más, el sistema se sostiene en recaudar principalmente con el IVA de los sectores populares y de ingresos medios. La presión tributaria del país, 11%, es mucho más baja que la de todos los países de Sudamérica. Como los ingresos tributarios no alcanzan, el déficit fiscal es permanente desde el 2012 (los gastos superan a las recaudaciones): fue de -6% en 2020, -4% en 2021 y -3% en 2022. Este año también será negativo, como en los cinco años del gobierno de Cartes. Los impuestos a la soja, a los bancos, a los terratenientes, siguen siendo extremadamente bajos. Al igual que la inversión social, en salud, educación, viviendas.
Endeudamiento Público: el resultado de lo anterior, es el acelerado endeudamiento estatal que se inició en el 2013, facilitado por Franco, impulsado luego con Cartes. Cuando éste asumió en 2013, la deuda pública alcanzaba unos US$ 3.500 millones (equivalente al 10% del PIB); fueron cinco años de vertiginoso endeudamiento, cuando se fue, en 2018, dejó una deuda de US$ 7.500 millones (el 20% del PIB). El gobierno de Abdo hizo lo mismo, incrementó las deudas hasta llegar a cerca de US$ 15.500 millones (el 37% del PIB), generando una pesadísima carga para el pueblo, de cara al futuro. Cada año, el servicio de la deuda (pagos de intereses y capital) se incrementa, llegando a unos US$ 1.000 millones por año, que se restan al presupuesto general de gastos de la nación. Peña será continuidad, no aumentará los impuestos a quienes sí pueden aportar más, y seguirá echando mano del endeudamiento, hasta donde el Estado aguante.
Modelo agroexportador más crisis climática: con Peña,la economía del país, como durante Cartes y Abdo, continuará girando en torno a la producción de commodities de exportación: derivados del complejo sojero, ganadero, forestal. La vigencia de este modelo en Paraguay ha mostrado sobradamente sus resultados: ingresos por exportación concentrados en una minoría empresarial y terrateniente; expulsión de comunidades campesinas e indígenas de sus territorios, y consecuente exclusión social; concentración de la tierra y aumento de la criminalización social; dramática destrucción de la naturaleza, deforestación desenfrenada, contaminación con agroquímicos y derivados del petróleo, empobrecimiento de los suelos; crisis climática y sus variantes, calor extremo, sequías e inundaciones prolongadas, etc.; contracción en la producción de alimentos campesinos, aumento de la importación y el contrabando de productos agrícolas y derivados, aumento de precios e inflación permanentes. Lo sustentable y sostenible, serán solo palabras en discursos, por otros cinco años más.
Desempleo, pobreza, desigualdad: sin un proyecto de desarrollo nacional, sin reforma agraria, sin industrialización, sin inversión pública en áreas estratégicas como la investigación y la promoción social, sin diversificación de la economía, la gestión Peña prologará las gestiones Cartes y Abdo: mucha gente sin trabajo, mucha más viviendo de trabajos precarios, bajos salarios, changas o lo que la desesperación ordene. Ante la falta de empleos y bienes públicos, la gran masa de gente en situación de pobreza tiene garantizados sus lugares, en los márgenes de la sociedad. La desigualdad extrema, grotesca e inmoral seguirá siendo marca país; los potentados sinvergüenzas y los hambrientos ninguneados, serán actores principales de la serie Paraguay 2023 – 2028, que se verá en las calles.
Clientelismo, corrupción, crimen organizado e impunidad: la continuidad colorada en los tres poderes, garantiza la continuidad de sus principales fortalezas como organización política: sus redes clientelares (cargos de confianza, funcionarios, proveedores, contratistas, entre otros), serán alimentadas apuntando a la permanencia en el poder. La corrupción, desde el stronismo hasta nuestros días, ha corroído todas las instituciones estatales, así como a actores privados que se benefician de ella. El crimen organizado, principalmente el relacionado al narcotráfico y lavado de dinero, seguirá progresando en el país, destacando nuevas facetas, entre ellas, el de ser el nuevo punto de salida de cocaína hacia Europa. La narcopolítica tendrá continuidad, entre el gobierno del patrocinante y el patrocinado. El sometido Poder Judicial y la Fiscalía General, dan señales claras de que nada va a cambiar, que la impunidad seguirá premiando a los miembros y cercanos al poder. Parece ser que ni las significativas designaciones, permitirán un cambio de rumbo en esta materia, la cosa está podrida en serio, y no alcanza con cambio de nombres.
Otras continuidades: se darán en diferentes áreas, sin ser exhaustivos, mencionamos las siguientes: en materia de relaciones internacionales, seguiremos sometidos a las necesidades del Brasil y los EEUU. Taiwán seguirá siendo más importante que China continental, la energía de Itaipú seguirá desarrollando la industria brasileña, y el gobierno colorado de Peña seguirá alimentando su clientela con los royalties y las donaciones correspondientes. La renegociación de Itaipú será una nueva entrega de los intereses nacionales, a cambio de poco. En materia de transporte, seguiremos dependiendo de los caros y contaminantes derivados de hidrocarburos internacionales, renunciando a nuestra riqueza hidroeléctrica; el transporte público seguirá siendo privado, ineficiente y caro, y continuará castigando a sus resignados usuarios. Como seguirán los dramas de la inseguridad, la violencia, las adicciones, las cárceles llenas de gente pobre, la desesperanza, queda a su entera imaginación. Lo mismo en relación al beligerante contexto mundial que se viene.
El 30 de abril, Peña ha ganado. El continuismo también. En su campaña electoral, anunció una y otra vez que, con su elección, VAMOS A ESTAR MEJOR. No prometió eliminar la pobreza, ni a los narcos, ni la impunidad, ni la degradación social, ni la exclusión estructural. Solo que VAMOS A ESTAR MEJOR; nunca aclaró quiénes, pero es previsible. Toda duda quedará despejada a partir del próximo 15 de agosto, cuando sea investido el nuevo rostro del viejo aparato stronista que se niega a desaparecer.
Lo que no genera dudas, es que serán cinco años de padecimientos, resistencias, luchas. A 212 años de haber conquistado la independencia patria y a 153 de haberla perdido, es bueno saberlo. Y prepararse.
[1] TEDIC presentó una serie de propuestas al TSJE, elaboró investigaciones y las puso al servicio de la ciudadanía, de los partidos políticos, organizaciones, etc. donde se puede ver el impacto negativo de las urnas y su vulnerabilidad al fraude. Nada de esto fue tomado en cuenta.