Inés Franceschelli, Miguel Lovera. Heñói
Cualquiera que transite la región oriental del Paraguay puede ver cómo en los últimos años se vienen multiplicando las plantaciones de eucalipto. En algunos casos tres o cuatro filas al costado de la ruta, en otros casos enormes superficies que se pierden de vista en el horizonte, estos árboles rectos, bajo los que nada crece, se han incorporado al paisaje nacional muy rápidamente.
Los eucaliptus -Eucalyptus L’Hér- pertenecen a un género de árboles de la familia de las mirtáceas. Existen alrededor de setecientas especies, la mayoría oriundas de Australia y Nueva Guinea.
Los eucaliptus se introdujeron a América hace al menos 3 siglos, pero su cultivo con fines comerciales (para leña o celulosa) no supera las cinco décadas. Desde que se iniciara esta práctica, su cultivo genera encendidos debates entre científicos y ambientalistas, por un lado, e inversores y empresas por el otro.
Paraguay, según datos oficiales, ya cuenta con 194.000 hectáreas[1] cubiertas con eucaliptus plantados; la rápida expansión de este negocio hace necesario poner luz sobre sus implicancias en la vida de ecosistemas y personas.
¿Por qué sería cuestionable el monocultivo de eucaliptus?
Como especies exóticas, los eucaliptus generan alteraciones significativas en los ecosistemas en los que se introducen; este hecho sería suficiente para poner en cuestión su elección, dado que Paraguay cuenta con gran biodiversidad forestal autóctona.
Sin embargo, este impacto se multiplica exponencialmente cuando la introducción de estos árboles se hace en la forma de monocultivos extensos, a escalas espaciales que fragmentan e interrumpen los patrones estructurales y funcionales de los ecosistemas forestales y paisajes.
Las empresas forestales presentan estos monocultivos como “reforestación” que favorece la captura de carbono y, por lo tanto, como un aporte a la lucha contra el cambio climático. En realidad, las plantaciones forestales son sumideros de carbono pobres, especialmente en comparación con los ecosistemas naturales. Solo pueden almacenar una fracción del carbono que guardan los bosques naturales, o inclusive los pastizales naturales. Además, el carbono almacenado temporalmente en los árboles plantados se liberará nuevamente a la atmósfera una vez que los árboles se talen; este es un problema de todas las estrategias de mitigación del calentamiento global basadas en la tierra y, en particular, de los planes basados en plantaciones comerciales temporales.
Los emprendimientos forestales no hacen una estimación de las emisiones de gases de efecto invernadero -GEI- que se reducirán o evitarán a través de esos proyectos, y mucho menos cotejan si esa captura temporal de carbono es equivalente a las emisiones totales de GEI que implica la implantación de los árboles en los ecosistemas y suelos afectados, ni la que implicará la posterior quema de la leña producida, incluyendo las emisiones relacionadas con la cosecha, procesamiento, transporte, etc.
Las plantaciones comerciales de árboles tienen impactos significativos en la funcionalidad de los ecosistemas y producen pérdida de biodiversidad en las propias plantaciones y en las áreas adyacentes a ellas; de ahí que, cuanto mayor sea la escala de la plantación, mayor será el impacto negativo sobre la biodiversidad. Los eucaliptus en particular tienen propiedades físico-químicas que desfavorecen la formación de humus a sus pies, alterando las condiciones de vida para los microorganismos que habitan los suelos, y en consecuencia para insectos y herbívoros, y para los niveles tróficos superiores.
Además, los eucaliptos son grandes consumidores de agua y de nutrientes, lo que los hace competidores interespecíficos muy agresivos, ocasionando problemas de sequía y fertilidad en los territorios donde se lo cultiva.
Las plantaciones forestales han demostrado ser especialmente susceptibles a incendios; los miles de hectáreas quemadas en años recientes dan cuenta del gravísimo impacto de estos fenómenos.
Las plantaciones forestales, finalmente, impactan en la salud y la disponibilidad de alimentos, medicinas y otros recursos fundamentales para las poblaciones cercanas; se las promueve como una fuente de puestos de trabajo, cuando en realidad solo generan unos pocos empleos esporádicos y de bajísima calidad, durante la siembra; el control de plagas y malezas; la poda; el raleo y la cosecha.
El negocio forestal oficial en Paraguay
La multiplicación sostenida de plantaciones de eucalipto se aceleró en Paraguay a partir de noviembre de 2012, cuando Federico Franco emitió el Decreto 10174 que declaraba de interés nacional la implementación del Plan Nacional de Reforestación presentado por INFONA. La meta de ese plan era cubrir 450 mil has de cultivos forestales en 15 años.
Dos años más tarde, Horacio Cartes emitió una especie de renovación del decreto de Franco (Decreto 2285/14), por el que se declaran de interés nacional los programas y emprendimientos forestales que posibiliten e incentiven el uso sustentable del suelo y la promoción de generación de biomasa con destino energético y celulosa.
En 2015, por decreto, el mismo Cartes disponía la implementación de programas en el marco del Plan Nacional de Reforestación. Aparecieron créditos blandos por US$ 100 millones, a diez años de plazo, para “ir paliando la ausencia de bosques nativos” o con la promesa de renta rápida vendiendo biomasa (leña) ya que nuestro país tiene una gran demanda insatisfecha: las empresas del agronegocio secan con leña los granos a ser exportados, a pesar de que el Paraguay cuenta con enormes cantidades de energía eléctrica.
Ese 2015 también fue el año de nacimiento de la idea de PROEZA, el mega programa cuya financiación aprobó el Fondo Verde del Clima en 2018, y que consiste básicamente en la promoción del cultivo de eucalipto en tierras campesinas e indígenas “para ayudarlos a salir de la pobreza”. No cuentan que este programa, mientras recibe un aporte no rembolsable de 25 millones de dólares del FVC, exige recursos genuinos y un endeudamiento de 50 millones con la AFD. Tampoco cuentan que las plantaciones en tierras campesinas e indígenas implican -en una relación directa- pérdida de superficie destinada a la producción de alimentos, pérdida de la disponibilidad de agua, e incorporación de las comunidades a la cadena de valor de la soja.
Proeza se presenta a las comunidades campesinas e indígenas con la promesa de generación de “riqueza” a corto plazo, dado que los eucaliptos se pueden cosechar a los 6 o 7 años de plantados. Además, debido a la demanda urgente de leña, las instituciones utilizan cualquier estratagema para convencer a los productores de meter este cultivo en sus tierras.
Esta idea de “reforestar” la región oriental con eucaliptos recibe un fuerte impulso de parte de la institución responsable de la política forestal nacional, el Instituto Forestal Nacional – INFONA, cuya titular tiene intereses en el negocio, dado que su familia se dedica a la multiplicación clonal de plantines de estas especies, al igual que todos los viveros del INFONA, que sólo producen unas cantidad insignificante de ejemplares de una selección escasa de especies nativas para recuperar el patrimonio genético nacional.
El INFONA está promocionando desde hace unas pocas semanas nuevos créditos gestados en alianza con el Banco de Fomento y la Agencia Financiera de Desarrollo; destinados a la “reforestación”; son préstamos a 66 meses de plazo sin intereses ya que se realiza un pago único al final del proyecto. Extraordinarias condiciones para acceder a capital, recurso que no existe en nuestro país para la producción de alimentos que disminuye cada día.
El negocio forestal privado
La expansión del negocio forestal llamó la atención de inversores globales. De hecho, uno de los fenómenos registrados en contexto de crisis pandémica fue la reorientación de los grandes fondos de inversión del norte global hacia emprendimientos productivos relacionados con la tierra.
Es el caso del proyecto de inversiones de Arbaro Fund, una empresa creada en 2018 por dos compañías: Finance in Motion y Unique, ambas con oficinas principales en Alemania. Esta última ya operaba en Paraguay con el nombre de Unique Wood liderando enormes plantaciones de eucaliptus a través de una compañía llamada PAYCO, y otras de capital privado. En su página WEB Unique afirma haber desarrollado más de 11.000 hectáreas de eucalipto en Paraguay desde 2011.
Actualmente el Fondo Arbaro prevé desarrollar plantaciones de eucaliptus en San Pedro en unas 5.600 hectáreas a través de una nueva empresa “paraguaya”: Agroforestal Apepu SA. Para el efecto esperaba financiación del Banco Europeo de Inversiones por 20 millones de dólares, recursos que han sido bloqueados gracias a una acertada intervención de activistas; además vienen gestionando préstamos por 10 millones de dólares del Fondo Finlandés para la Cooperación Industrial (FinnFund) y por 25 millones de euros al Fondo Verde del Clima. Este último tratará la concesión de estos fondos entre el 16 y el 19 de marzo, y ya está en marcha una campaña de advertencia acerca del impacto nefasto que estas plantaciones tendrán en la vida de la gente y los ecosistemas del Departamento de San Pedro.
Otro emprendimiento forestal que amenaza la sostenibilidad de nuestro país es la construcción de Paracel, una mega planta de celulosa en Concepción, con inversión del grupo Zapag y una empresa sueca.
La pulpa de celulosa es el material hecho a base de madera que se utiliza para la producción de papel. Para la producción de celulosa se requieren grandes cantidades de agua y productos químicos; los efluentes líquidos son muy contaminantes, ya que contienen lignina, alta demanda biológica de oxígeno, así como alcoholes, cloratos, metales pesados.
La planta, ubicada muy cerca de Vallemí, en Concepción, recurrirá a las aguas del Río Paraguay que ya padecen el impacto contaminante del vertido de agrotóxicos de las cada vez más numerosas plantaciones de soja en la zona.
Cuenta con 105.000 has de terreno que se destinarán en su totalidad a plantaciones de 150 millones de árboles. Recurrirán a plantaciones en tierras ajenas, para abastecer el 20% de su demanda.
Afirma que generará miles de empleos, aunque la planta en funcionamiento no requerirá más que unos 300 trabajadores. El resto serán trabajadores de la construcción y plantadores por breves periodos de tiempo.
El bosque evade al Paraguay
Es evidente que todas las tentativas de gestión territorial en el Paraguay contemplaron la deforestación de la mayor parte de la superficie boscosa -y de los otros biomas- del país. La ganadería, la silvicultura, la producción vegetal, la urbanización, etc., todas concluyeron en la dramática deforestación que actualmente enfrenta el Paraguay.
La deforestación en la Región Oriental del país, se puede decir que ha concluido, ya que la destrucción física de los bosques, sumada a la fragmentación de los remanentes, ha resultado en la total perdida de funcionalidad ecológica de los remanentes. El mismo modelo de “desarrollo” rural, basado en el extractivismo y la especulación, se apoderó del Chaco hace unas pocas décadas y va camino a la misma conclusión acaecida en la Región Oriental.
Las plantaciones de eucalipto a gran escala, así como lo plantea la lógica del modelo de desarrollo del agronegocio, están destinadas a acelerar la destrucción ambiental total del Paraguay.
[1] https://nube.infona.gov.py/index.php/s/mfz32nixiep39ZK?path=%2F2020#pdfviewer
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